miércoles, 14 de octubre de 2009

Canción de cuna para no morir



Imagen: Magic Forest de Silvia Forrest

Dicen que ella huía. Que cogió a su niño en brazos, una maleta vieja y salió corriendo del lugar. Ella se adentró en la oscuridad y el frío del bosque. Los árboles la miraban extrañados y trataban de preguntarle la razón de su huida. Ella sólo seguía avanzando, sin mirar atrás. Los duendes borraron sus huellas en el camino escogido por ella, porque comprendían que ella escapaba de lo mismo a lo que ellos temían. El caso es que nadie venía tras ella, ningún aldeano con antorchas o tridentes, ni un alma que quisiera castigarla.
Huía porque era su destino, al mismo tiempo que huía del destino mismo. El niño no emitía sonido alguno, porque sabía también que el bosque los protegería, sentía la angustia de su madre y lo hacía suyo, transformándolo en las palabras que usaría para escribir esta historia.
Los días y las noches se sucedieron y la madre ya estaba agotada, agonizante de tanto vagar. Se sentó al pie de un árbol viejo como ella misma. Duendes, trolls, fantasmas, alces y demás criaturas de la espesura la observaban. El final estaba cerca. Ella miró a su niño. Y, con sus últimas fuerzas, le contó su historia, la cual él debería no olvidar, porque el día que él no la recordara más, la magia dejaría de existir.


5 comentarios:

josé rasero dijo...

Ole mi Oriana!! Esperemos que la criatura tenga buena memoria!!
Besos de regresos!!

Esteban Dublín dijo...

Muy bello, Oriana. Como siempre.

Oriana P. S. dijo...

Hola Josesín! Bienvenido nuevamente! Lindo siempre verte por acá :)
Besos de bienvenida.

Muchas gracias, Esteban. Me dejas sin palabras. Un gusto, un honor y un placer enormes que pases por aquí.

Anonima Mente dijo...

Y escapar del destino ¿no es acaso escapar de uno mismo?

Anónimo dijo...

bonito relato.