martes, 25 de noviembre de 2008


Con esta sonrisa llena de locura me vas a ver hablando por teléfono contigo. Y mis ojos vesánicos te dirán que algunas cosas son mejores cuando hubieran podido ser. En la irrealidad. En la eterna pregunta de tus respuestas correctas y analíticas versus las soñadoras y voladoras mías. Cuando sale uno, entran dos, en mi caso tres, quizá cuatro... y a veces me gustaría que fueran cinco. Ay, esto de la demencia controlada. Esta camisa de fuerza me la puse yo solita, y no quiero sacármela más. Prefiero mil veces andar como perdida, antes que darme cuenta de tus estudios de personalidad y ansias de encontrarle respuestas a todo y a todos.



El que alguna vez no haya actuado sin pensar, en un arranque de pasión pura, puede retirarse. No hay nada en estas líneas para usted. Acá estamos los rojos, los sanguíneos, los incendiados, aquellos que hemos dado con la condición de perder. Si es que usted no comprende de qué estamos hablando, pues qué triste su vida. No me hacen falta sus ojos, ni sus manos... puede que me haga falta su voz, pero no lo que dice, a menos que decida envolverse con esta misma camisa y vivir un poco. Bueno, usted decide.



Y tú, que me escuchaste aquella vez y que te me amarraste aquella otra, tráeme un poco de escape, que yo te regalo el olvido.

No hay comentarios.: