miércoles, 7 de enero de 2009

Escribiría tu nombre, pero ya no lo tengo.



Quizá porque he empezado a olvidarte es que has vuelto al encuentro de mi recuerdo.

Es el tiempo solamente números, quince, dieciséis años, tres horas, veinte días. Aquellos momentos en los que formaste parte de mis días jóvenes. No puedo evocar tu nombre, lo he extraviado. Con nuestras vidas nuevas, con la vitalidad de tus cabellos y tus sueños, los idiomas raros, tus cartas, tu madre, tus migrañas imposibles, tus ausencias, tus regresos.

Un día te fuiste. Y no volviste más. No lo comprendí en ese momento y sigo sin entender. Imagino tu intenso grito de dolor ante la explosión y luego la luz, el silencio. ¿Qué fue lo último que viste? ¿Presenciaste el rostro de la paz?

Ayer te vi pasar como un ángel.

Quizá porque hoy tengo migraña es que pienso en ti.

Donde quiera que estés, amiga mía, donde quiera que estés, hasta siempre.

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